
“Quiero que la gente sepa que hay esperanza, hay cura, hay vida después del cáncer.”
—Linda M., Sobreviviente de cáncer de ovario Edad al momento del diagnóstico: 47
En enero del 2010, mi esposo y yo recién habíamos regresado de nuestras vacaciones. Había sido un retiro anual para prepararnos para el Año Nuevo. No teníamos idea de que nuestras vidas estaban por dar un giro y que necesitaríamos ese apoyo extra; el tiempo se iba a transformar en un antes y después del cáncer.
Poco tiempo después, estaba parada en el baño mirándome en el espejo cuando sentí que algo estaba distinto en la parte baja derecha del abdomen. Le pedí a mi esposo que lo tocara; él no notó nada. Pensé que me estaba imaginando cosas. Pensé que tal vez era un músculo porque había empezado a hacer ejercicio. Más o menos una semana después, mientras estaba acostada en la cama, volví a sentir lo que parecía ser una masa dura en la parte baja derecha del abdomen. De nuevo le pregunté a mi esposo si podía sentirla; esta vez tampoco pudo. Decidí ir a la ginecóloga. Fue allí donde me recibieron con la noticia que ninguna mujer quiere escuchar: ella sospechaba que yo tenía cáncer de ovario.
Los meses siguientes se volvieron borrosos. En marzo del 2012, me sometí a una operación en la que me sacaron ambos ovarios y las dos trompas de Falopio. Después, el informe del patólogo confirmó que tenía cáncer: disgerminoma, un tipo de cáncer de ovario que típicamente afecta a las mujeres de 20 a 29 años.
Nunca olvidaré ese día cuando vino la doctora a decirme que yo